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Mi hijo es inmenso como un árbol
Que me creció en el jardín
Sin poder yo elucidar
Su pasado inverosímil
De átomos,
De células,
De sol,
De aire,
De nada,
Apenas de ilusión.

Mi hijo es firme como un cordón
Que el médico no pudo cortar
Tiene amarrados
Mi vientre,
Mi corazón
Y mi cabeza
A un puerto donde arreboles
Y tormentas
Nunca dejan de pulsear

Mi hijo es como una ventana
Clara
Me siento a su lado
Buscando un rayito de sol
Mientras veo tras el cristal
Cómo se suceden las estaciones
Inexorables

Mi hijo es ubicuo como un libro
De cien mil hojas por leer
Sobre la mesa de luz
En la mesada de la cocina
Sobre mi plato
En el asiento del acompañante

Mi hijo es doloroso como una herida crónica
Que camina a mi lado
A él me he vuelto adicta
A veces creo que soy masoquista

Mi hijo es intenso y libre
Como un poema
Que sale de mi hoja
Y camina por la habitación

Mi hijo es omnipotente como un mago
Saca de adentro mío
Escarabajos de oro
Conejos que hablan
Chupetines de miel
Besos sanadores de fresa
Bálsamos milagrosos
Curitas de colores
Nuevas inéditas de esperanza
Bríos de cíclope
Imaginación de embustero
Noches enteras
De vigilia serena

Mi hijo es manso como una masa tibia
Dulce como el arroz con leche
Como chocolate entre los dientes
Singular como el perfume del otoño
Hecho de hojas de arce secas
Y últimas flores de madreselva
Noble como un tulipanero
Atractivo como una caja de colores nuevos

Mi hijo es miles de hijos
Que me piden justicia a gritos
Es extenso como un lago
Por llenar con agua bendita
Duro como una roca
Que me empeño en hacer rodar
Misterioso como un planeta
Él puede unir continentes
Como un puente sobre el mar

Mi hijo es un universo
Juega a las escondidas
Con
Una estrella
Fugaz 

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¿Una puerta?

Había abierto aquella puerta por casualidad. Era un día de verano, sin mucho que hacer. La hora de la siesta en casa era silenciosa y larga durante las vacaciones de enero. Yo deambulaba sin poder salir a la calle; nadie salía a esa hora. Recién como a las seis podía jugar con las amigas del barrio. Recorría las habitaciones con desgano, me dejaba caer sobre el sofá del living, iba al patio a pellizcar una uva del parral. Le hacía un cariño a mi perro Puky. Deambulaba. Hasta que abrí esa puerta con desgano, sin intención de encontrar entretenimiento. Sólo fue un acto casi automático. Quizás me sedujo el olor, me trajo algún recuerdo a cosa vieja. Cuando apareció él, me cautivó instantáneamente. Lo recuerdo rubio, despeinado. Lo podía ver moviéndose, hablando, y todo era perfecto. Nunca había visto a nadie perfecto afuera, pero allí estaba él, un ser único con luz propia. Recuerdo su piel, la forma de sus labios, sus ojos claros. Mi corazón empezaba a latir diferente, podía senti